"Quien no tenga el valor de sacrificarse, debe al menos tener el pudor de callarse ante aquellos que se sacrifican"; José Martí

domingo, 3 de junio de 2012

EL DÍA DONDE SIEMPRE ES DE NOCHE

Langreo / Caborana, Luisma DÍAZ   LNE



Levantarse. Leer el periódico. Salir a caminar. Comer. Hablar con familia y amigos. Jugar una partida a las cartas. Volver a caminar. Cenar. Charlar. Dormir.

Esta puede ser la secuencia de un día cualquiera en la vida de una persona cualquiera. La peculiaridad de este caso es que todas estas actividades, aparentemente cotidianas, se están llevando a cabo a más de 500 metros de profundidad, en los pozos Candín (Langreo) y Santiago (Aller) de Hunosa, donde un total de diez mineros del SOMA, cinco en cada explotación, permanecen encerrados, y con ánimo de «seguir adelante hasta el final», como protesta contra los recortes aplicados por el Gobierno central a la minería, un tijeretazo del 64% que, de llegar a concretarse, puede suponer el punto y final a más de 150 años de actividad carbonera en Asturias.

Los diez encerrados no están ni mucho menos solos en su protesta. En los pozos, tal y como indicaron sus compañeros, hay convocadas «asambleas permanentes», que hacen que alguien siempre vele por ellos desde el exterior. Todos ellos están «bien de salud» y han dejado claro, a sus amigos, familiares y compañeros de trabajo, que piensan llegar con el encierro «hasta el final. Seguirá hasta que sea necesario» porque «es una defensa de los puestos de trabajo, de la minería, pero también de las Cuencas. Si la minería se acaba, no hay ni empleo directo, ni indirecto, ni inducido. No hay nada». Uno de los encerrados, Roberto García, jefe de mantenimiento del Candín, afiliado del SOMA, como el resto de sus compañeros, expresó al la TPA su intención de «tirar para delante», y afirmó que todos «estamos con mucha fuerza y animados». Su lucha «es por nuestro puesto de trabajo, pero también por el de los nuestros guajes, por la Cuenca».

El día a día en ambos pozos es similar, y comienza mandando por la jaula alimentos a los mineros encerrados. En el pozo Santiago hacen tres envíos, en el Candín son cuatro. Junto con el alimento del cuerpo, también envían el alimento del alma: lectura. Periódicos, todo tipo de prensa, noticias sobre cómo se está desarrollando la huelga minera, correos electrónicos respaldando su iniciativa... La manifestación del pasado jueves les ha hecho sentirse especialmente orgullosos de todos sus compañeros de profesión pero también de sus vecinos, los de las cuencas mineras de toda España, que «está luchando por nuestra misma causa».

Tras el desayuno y la lectura matinal, surgen otras opciones. Se pueden comentar las noticias, jugar a las cartas o a los juegos de mesa que se les han hecho llegar. También se puede caminar, todos juntos mejor, para lo cual avisan a las personas del exterior, mediante un teléfono interno de la mina, que van a estar un rato ilocalizables. El interior de los pozos es una sucesión de galerías y galerías, cientos y cientos de metros que recorren para no perder la forma, para seguir conversando y para moverse un poco de los lugares que habilitaron para los encierros. Los mineros han improvisado además un sistema de ducha con las conducciones internas de agua.

En el Candín, los mineros están en la planta séptima, en la zona de basculado y triturado. Se eligió esta parte de la mina porque es un área con cierta iluminación, y porque además no es un sitio muy frío. En el pozo Santiago se encuentran en la novena planta, en la sala de baterías. Su elección es consecuencia, al igual que en Langreo, de su relativa confortabilidad. «Es una zona ventilada, iluminada, de las mejores», explicaron los compañeros de los encerrados en la explotación allerana. Las sesiones de juego o de ejercicio se intercalan con llamadas esporádicas. Familiares, amigos, otros mineros que quieren mostrarles todo su apoyo los telefonean a través del sistema interno de comunicación del pozo.

Tras la comida, a las que ahora son sus actividades cotidianas. Hablar, leer, caminar, jugar. El encierro no fue fácil, sobre todo al principio. «Estaban un poco descolocados», dicen sus compañeros, porque «allá abajo siempre es de noche. Pasan las horas, pero siempre es de noche». Por ello, ha sido la gente del exterior la que ha acabado «regulando» sus hábitos con el envío de las jaulas, con las provisiones. 

Junto a los mineros, en el exterior, siempre hay un ATS de los pozos, y hay un médico de guardia de Hunosa disponible siempre. Estos servicios médicos ya han visitado a los encerrados, y los encontraron psicológicamente fuertes, y sin problemas de salud. Uno de los mineros, aquejado de asma, cuenta con medicación e inhaladores.

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